sábado, 19 de enero de 2013

India (IV) Islas

Mi habitación en Darjeeling -a Marta
La cabina del avión, a estas alturas del viaje, era una cápsula espacial: fría, blanca, aséptica, voladora, insonora y con gente sonriente sin motivo, sólo porque sí, y que nos transportaba a todos de un mundo a otro, de tierra a isla, de India a lo que llaman India.
Dos horas voladoras de "stop" después de tres meses de trenes, vacas, rickshaw, ruido, humanidad..., que me llevarían a "otra parte", al quinto pino, que dirían algunos.



Llegué a Port Blair, en el archipiélago de las islas Andaman y Nicobar (de las Nicobar poquito, que están prohibidas a los extranjeros hasta Marzo de este 2013).
De las islas: Tribus varias (entre ellas los Jarawa) con poco y no deseado contacto con el mundo globalizado, lo que me pareció bien, sin más. No los pude ver.

Port Blair merece algo menos de los cinco días que le dediqué, pero parte del maravilloso equipo con el que viajaba enfermó (nada grave: vómitos, barriga y esas cosas indianas y mundanas). Lo bueno fue llegar a Port Blair y, unos días después, a la maravillosa Radha Nagar, a 30 segundos de mi cabaña, en la isla de Havelock.


Radha Nagar, en Havelock -a Geo


 Por fin pude gozar de tiempo suficiente para conocerme en un contexto por el que sentía mucha curiosidad: una isla. Literatura para rato y cine, también (La isla, de Garland; La isla, con Scarlett Johannson; La posibilidad de una isla, de Houllebeq; El señor de las moscas, un gran clásico; La isla del tesoro, que descubrí en Goa; Shutter Island, del Dicaprio...). Las conclusiones van el mi diario de viaje. Nada destacable para el público abonado (lo digo con cariño).

En Havelock me dediqué a la búsqueda del placer sensitivo y a la vida contemplativa y ociosa de cualquier monje cartujo. Por azares del destino y por una fecha en un papel titulado "Permit", de las autoridades isleñas, un buen día de Enero crucé una equis en el calendario (ese gran desconocido), equis que marcaría mi desembarco en una isla aún más pequeña: Neil Island.
Si en Havelock había poco, en Neil había menos, pero más mosquitos si cabe. A diferencia de la primera, vieja amiga, Neil fue más reflexiva y la isla se me antojó casi un paraíso perdido jurásico inabarcable donde mi espíritu se perdió dentro de sí mismo, en los paisajes, las puestas de Sol y en la concentración que brinda el silencio, las horas muertas de vida y llenas de recuerdos y el aroma del dhoop (resina local para espantar a los zancudos).

Puesta de Sol en Neil Island -a los buenos recuerdos

"Simple es la vida que la gente lleva en este mundo" dice el Siddharta de Hesse. Pensé en esto, en volver a una mujer, en volver a una tierra, y me di cuenta de que nada, en el todo, era mío ni era yo, ni esa ya mi mujer; ni aquella que imaginaba, mi tierra; ni dioses, ni puestas de Sol en campo, en desiertos de dunas o blancos, o en el mar. Que ese yo, mi, me, mío, no es sino una ilusión  injustificada y esto no tendría ningún sentido (o poco, en cualquier caso) en un mundo tan grande como este, si no lo tiene ni en una isla tan pequeña.
 
Soy más grande que ese elefante
De nuevo: "Simple es la vida que la gente lleva en este mundo"

En la isla hablé de sueños, de sueños lúcidos y de soñar despierto. De la continuidad de los sueños y de su repetición algunas veces, algunos sueños. "Imposible" -me decían. Pues a mí me pasa, caballeros.
Conocí gente maravillosa con la que aprendí de mí y de otros grandes amigos, y de mi familia. Tuve tiempo para pensar, para recordar sobre todo y, en concreto, para nada. Para relajar mente y cuerpo hasta "nada", hasta no pensar en pasado ni en futuro y darme cuenta de que lo pasado, pasado es, y no tenemos ninguna mano en lo que pasará en el futuro. Recordé, al final, la frase de Marc: "Si quieres hacer reir a Dios, haz planes" y me reí como antiguo planificador que entendió el asunto.

De Neil a Port Blair y de ahí a Calcuta. El cambio fue brusco, casi doloroso. Salir de una isla para llegar a un pantano de asfalto, ruido y muchas cosas que, ahora, no entiendo muy bien.
En las pocas horas del primer día, todo lo acumulado en esas semanas de islas, vino como la primera ola con que inicia la marea alta o como un elefante en la playa, que camina tranquilo, imparable.
A esto, unir el mundo. Mi mundo. Correos y noticias. "Se puede haber acabado el mundo y no habernos enterado" decía Rehaan con mucho tino. Esos correos, de todos los tipos y con noticias de todo gusto.

Un toque más que me trajo más de vuelta a la urbe y emplazaron la isla en algún rincón de mi memoria, aunque algo se quedo allí, bajo la palmera, en el atardecer con baja marea, cangrejos y un billete en la mano y tres destinos en la cabeza.

1 comentario:

  1. Hola Guille, desde tu lejana tierra madre. Siempre es un gusto leer cualquier cosa que tu escribas. Un abrazo.

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