lunes, 28 de junio de 2010

Día 6. Djibouti city


Día 6. Lunes.

Yibuti es un país pequeño. Tiene poco más de 800.000 ciudadanos. La capital, homónima, tiene 600.000.
Históricamente es la región de la tribu de los Afar, de carácter tranquilo y suave -por no decir, quizás, débil-. Llegaron los somalíes, etíopes y otros vecinos, de carácter más violento, duro o impositivo -por así decirlo-.
El resultado es que en Yibuti no se puede encontrar nada "típico de Yibuti" salvo la bandera porque todo es somalí, etíope, eritreo o yemení. O una mezcla de todo. Con el tiempo se aprende a identificar la procedencia de la gente: el somalí es muy negro, el que es más claro con rasgo europeo es etíope, árabes y, sobre todo, mezclas étnicas.
Emiratos Árabes Unidos, sobre todo Dubai, están muy interesados en este pequeñísimo país de África, puerta del Mar Rojo. Han construido un puerto comercial puntero en toda África, con zona franca y todo. Ya que se ponen, construyen, de paso, alguna que otra mezquita y meten un Imán emiratí que adoctrine al pueblo. Funciona. De aquí a nada tenemos otro país islámico. Otro más.
Yibuti no exporta prácticamente ningún producto autóctono. Todo el tráfico entra de China y sale de Etiopía.
Tengo otras entrevistas en la Cámara de Comercio, Banco Central y Oficina de Inversiones. Va todo bien. Como tiburón con Maria Grazia en un restaurante cerca de la playa "la siesta". Está tierno y sabe bien.

Voy al hotel a ducharme y a relajarme un poco.
Por la tarde salgo por el centro (la ciudad es minúscula) y me embobo con los edificios coloniales medio conservados. Soportales, plazas con palmeras, balcones de madera labrada. Es como en las películas. Es increíble. No me parece estar en Yibuti.
Compro algo típico en el mercado (exacto, una bandera, no me queda otra) en una de las peores experiencias de compra de mi vida (no será la última) por culpa de la agresividad verbal y del lenguaje corporal por estas tierras.
Quedo con Nuria y con Maria Grazia en el sitio de los zumos. El chico que atiende me recuerda del día anterior y me pregunta como estoy. Lo hizo de un modo tan sincero y con tal sonrisa que le digo a Maria que le dé mi camiseta de España cuando me marche.



Sé que le está grande, pero al fin y al cabo, la camiseta es mía. Ya tendrá tiempo de crecer el muchacho. Espero que los militares se alegren al verla.

De allí vamos fuera del centro, a una explanada donde, con un pequeño escenario, algunos yibutíes celebran su día de la música africana. Todo un ejemplo de humildad y de ganas de festejar. No aguanto mucho, tengo hambre.
Me voy con Maria a tomar algo mientras veo el partido de España (que gana contra Honduras). Termina el partido y me despido de Maria. Da gusto conocer gente así.
Vuelvo al hotel y confío en que las chinches y los mosquitos me dejen dormir.
Zzz...

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